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jueves, 11 de noviembre de 2010

Celibato en el banquillo

Este artículo no pretende alimentar el morbo y hacer leña del árbol caído, sino plantear el tema de fondo.
Nuevamente se alborota la opinión pública con otro escándalo provocado por un cura, esta vez correspondió el turno al sacerdote José Antonio Bohuytron Solano, quien fue grabado manteniendo relaciones sexuales con su ex empleada Teodolinda Amaya. Recordemos que, en mayo del 2009, fue la revelación del ampay del sacerdote cubano-americano Alberto Cutié, más conocido como Padre Alberto. En este caso, el Arzobispado Metropolitano de Trujillo ha decidido suspender de todas sus funciones al cura en mención.

Lo sucedido en estos días pone de nuevo en tapete el siempre polémico tema del celibato sacerdotal. Para los responsables de regir los destinos de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, los religiosos se casan con Dios nos dicen, a quien ofrendan y sacrifican sus vidas en aras de conseguir que el mayor número de fieles alcance la salvación eterna para sus pecadores cuerpos y almas.

Suena muy bonita e inspirada aquella razón, pero es sabido que la causa esencial del celibato impuesto a los religiosos fue impedir que las riquezas pasaran a herederos particulares, en vez de concentrarse en la comunidad religiosa, constituida por los templos y monasterios de las diversas órdenes. Así, durante la Edad Media, la Iglesia Católica tuvo en sus manos en pocos siglos el control de la economía feudal, constituyendo los monasterios ya desde el siglo VIII, las avanzadas más firmas del comercio y la industria, tal como lo plantea Aníbal Ponce en su clásico libro: "Educación y lucha de clases".

Con el transcurso de los siglos, estos monasterios se convirtieron en poderosas instituciones bancarias de crédito rural que, en pocos años acumulaban e incrementaban tierras y fortunas, las cuales debían ser preservadas para la institución. Naturalmente, la mejor manera de garantizarlo era a través de la imposición del celibato, es decir que los sacerdotes profesaran votos de castidad perpetua y así no tuvieran una descendencia a quien heredar dichas posesiones conseguidas en años de trabajo y plegarias entre los fieles. Al Papa Benedicto VIII, (1012 al 1024) se le atribuye que tanto los Obispos, sacerdotes y clérigos no siguieran con la tradición del clero casado. Así, en el Concilio de Trento (1545 - 1563), se estableció de manera definitiva el celibato sacerdotal obligatorio, en respuesta a la Reforma protestante que permitía y hasta promovía, el matrimonio de los sacerdotes.

A la luz de los hechos, ¿no sería lógico pensar que los sacerdotes casados podrían aportar una valiosa experiencia y sensibilidad a los problemas actuales ante los cuales nos enfrentamos las familias cristianas?, ¿Acaso desconocemos que el primer Papa, Pedro, al igual que varios de los apóstoles estuvo casado y, asimismo, luego de él también otros Papas que lo sucedieron?. El mismo Papa Juan Pablo lI, declaró en julio de 1993 que: "El celibato no es esencial para el sacerdocio; no es una ley promulgada por Jesucristo."

En consecuencia, la multiplicación de los escándalos de homosexualidad, pedofilia y otras relaciones prohibidas, debiera ser motivo para una urgente renovación al interior de la Iglesia Católica. Quizá plantear el celibato opcional, como lo sugieren algunos movimientos católicos; de lo contrario, los recientes sucesos y, sin duda, otros similares seguirán de vez en cuando ocupando los titulares y, de paso, incrementando la desconfianza e incredulidad de los creyentes.


Por : Luis Peña Rebaza
msn : luisprebaza1@hotmail.com

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